Emprender un negocio no siempre es sencillo, no sólo por las complicaciones que suponen tener la idea y ver cómo lo arrancamos, sino por la propia financiación. Para ello nacen los microcréditos, para ayudar a las buenas ideas a no quedarse en el cajón de los olvidados.
Hipotecas, préstamos, créditos... y una infinidad de nombres más o menos técnicos, nos inundan a diario en la publicidad que las entidades bancarias hacen de sus productos y servicios. Hoy nos queremos centrar en los microcréditos para que, cuando pidas uno, sepas exactamente qué es lo que estás solicitando.
Alrededor de los años 60, el premio Nobel de la Paz, Muhammad Yunnus, acuñó del término de microcréditos para hablar de pequeñas cantidades de dinero que se le conceden a personas con escasos recursos económicos. Tal es así que, en principio, se concibieron para países en vías de desarrollo. Sin embargo, los problemas de financiación que han asolado el conocido como primer mundo, han hecho que el término se extienda por todas partes y que, actualmente, forme parte de nuestras vidas.
Las personas que generalmente acuden a este tipo de financiación suelen ser autónomos que necesitan efectivo para poner en funcionamiento su negocio. En la actualidad, diversas administraciones públicas y cajas de ahorro han adoptado el sistema de los microcréditos para ayudar a los pequeños empresarios.
Aunque este aspecto dependerá de la propia entidad, existen unos puntos comunes:
Si has logrado superar todas estas barreras, ya sólo te quedará formalizar tu microcrédito y comenzar a poner en marcha tu negocio.